Historia de
La deshidratación ocurre cuando el cuerpo pierde más líquidos de los que recibe, lo que genera un desequilibrio que puede afectar su correcto funcionamiento. Aunque cualquier persona puede sufrir deshidratación, los niños pequeños y los adultos mayores son especialmente vulnerables debido a factores específicos de cada grupo.
Causas comunes de la deshidratación
Entre las principales razones que conducen a la deshidratación se encuentran:
Diarrea o vómitos: La pérdida repentina y excesiva de líquidos agota rápidamente las reservas del cuerpo.
Fiebre: Una temperatura elevada incrementa la pérdida de agua a través de la transpiración.
Transpiración excesiva: Actividades físicas intensas o calor extremo pueden provocar pérdida significativa de líquidos.
Aumento en la micción: Condiciones como la diabetes no controlada o el uso de ciertos medicamentos pueden aumentar la necesidad de orinar, lo que reduce los niveles de líquidos en el organismo.
Grupos de riesgo
Niños y lactantes: Son especialmente susceptibles debido a su menor tamaño corporal y porque la diarrea y el vómito afectan rápidamente sus reservas de líquidos.
Adultos mayores: Con la edad, la reserva natural de líquidos disminuye, al igual que la percepción de sed, lo que incrementa el riesgo de deshidratación.
Síntomas de deshidratación
Es crucial identificar los signos para actuar de inmediato:
En bebés y niños pequeños:
Boca y lengua secas.
Ausencia de lágrimas al llorar.
No mojar el pañal durante más de tres horas.
Ojos y mejillas hundidos.
Irritabilidad o somnolencia inusual.
En adultos:
Sed intensa y persistente.
Micción infrecuente o en menor cantidad.
Orina de color oscuro.
Sensación constante de fatiga.
Mareos o vértigo.
Confusión o desorientación.
Medidas de prevención
Prevenir la deshidratación es sencillo si se adoptan los siguientes hábitos:
Mantente hidratado: Bebe suficiente agua durante el día, especialmente si estás expuesto al calor o realizando actividad física intensa.
Incluye alimentos ricos en agua: Frutas como la sandía, el melón o las naranjas, así como verduras como el pepino y la lechuga, son excelentes opciones.
Escucha a tu cuerpo: Atiende la sed al primer indicio y no esperes a sentirte deshidratado para beber líquidos.
Si estás enfermo con vómitos, diarrea, gripe o bronquitis, es fundamental aumentar la ingesta de líquidos, como agua y soluciones de rehidratación oral, para compensar las pérdidas y evitar complicaciones.
Cuándo buscar atención médica
Consulta a un profesional de salud si tú o alguien cercano experimenta alguno de los siguientes síntomas:
Diarrea que dura más de 24 horas.
Incapacidad para retener líquidos.
Presencia de sangre en las heces.
Desorientación o somnolencia inusual.
Complicaciones de la deshidratación severa
La deshidratación no tratada puede desencadenar problemas graves como:
Lesiones por calor: Incluyendo calambres, agotamiento o golpe de calor.
Problemas renales: Como infecciones urinarias o cálculos renales.
Convulsiones: Debido a un desequilibrio en los electrolitos del cuerpo.
Choque hipovolémico: Una condición peligrosa y potencialmente mortal causada por la disminución drástica del volumen sanguíneo.